El uso, a veces por conveniencia, de varias denominaciones y medidas de la legua provocaba enfrentamientos y disputas entre reinos, lugares y vecinos. Para resolver este problema, Felipe II dicta la Pragmática de la Legua, en 1587, que establecía a la legua común o vulgar, de cuatro millas o 6.666 varas castellanas, como la oficial, aunque esta no fue muy bien admitida en algunos territorios fuera de Castilla, siguiéndose, usando ilegalmente las antiguas. La legua geográfica quedó exclusivamente para la navegación y la confección de las Cartas de marear.